Control de Lectura : "El otro Cielo" de Julio Cortazar
Control de lectura
de El otro cielo de Julio Cortázar
1- Analice el
título según su significado denotativo y luego agréguele el plus de significado
connotativo. ¿Cuál
es el otro cielo para el protagonista?
2- Analice la cita
según las categorías del Relato: tiempo, modo y voz, completando el
texto.
El cuento presenta
dentro de la categoría de Tiempo, un orden no lineal, porque los hechos son
narrados de forma alterada entre París y Buenos Aires y hay anacronías.
En cuanto a la
duración predomina el resumen, y la frecuencia que se destaca es el relato
iterativo con momentos singulativos.
Con respecto a la
distancia predomina el discurso narrado, y la perspectiva es una focalización
interna fija (en el protagonista).
Por último, en
cuanto a la voz, la persona es primera, y el nivel narrativo presente es
intradiegético. Mientras que menciona algunos textos que podrían ser relatos
metadiegéticos como las historias que el protagonista imagina o relata sobre la
vida en París. El tiempo de la narración que predomina es pretérito.
3- Lea atentamente
la siguiente cita y subraye las palabras cuyo significado desconoce y
elabore con ellas
un glosario. Tenga en cuenta de ordenar alfabéticamente cada término.
Apoteosis:
Culminación o punto más alto de algo, celebración máxima.
Bohardilla:
Ático o desván habitable bajo el techo de una casa.
Embozados:
Personas que ocultan su rostro con capas o abrigos.
Fiacres:
Carruajes de alquiler.
Hopalandas:
Abrigos largos y anchos.
Liturgia:
Conjunto de ritos o ceremonias, muchas veces religiosas.
Yesquero:
Encendedor antiguo.
Reverberos:
Faroles públicos antiguos.
A eso siguió más
vino, la evocación de diversas madres y episodios sobresalientes de la
infancia, y una
sopa de cebolla que Josiane y la Rousse llevaron a lo sublime en la cocina
del café mientras
Albert, el patrón y yo nos prometíamos amistad eterna y muerte a los
prusianos. La sopa
y los quesos debieron ahogar tanta vehemencia, porque estábamos casi
callados y hasta
incómodos cuando llegó la hora de cerrar el café con un ruido interminable
de barras y
cadenas, y subir a los fiacres donde todo el frío del mundo parecía estar
esperándonos. Más
nos hubiera valido viajar juntos para abrigarnos, pero el patrón tenía
principios
humanitarios en materia de caballos y Ø montó en el primer fiacre con la Rousse
y Albert mientras
me confiaba a Kikí y a Josiane quienes, dijo, eran como sus hijas.
Después de
festejar adecuadamente la frase con los cocheros, el ánimo nos volvió al cuerpo
mientras subíamos
hacia Popincourt entre simulacros de carreras, voces de aliento y lluvias
de falsos
latigazos. El patrón insistió en que bajáramos a cierta distancia, aduciendo
razones
de discreción que
no entendí, y tomados del brazo para no resbalar demasiado en la nieve
congelada
remontamos la rué de la Roquette vagamente iluminada por reverberos aislados,
entre sombras
movientes que de pronto se resolvían en sombreros de copa, fiacres al trote y
grupos de
embozados que acababan amontonándose frente a un ensanchamiento de la calle,
bajo la otra
sombra más alta y más negra de la cárcel. Un mundo clandestino se codeaba, se
pasaba botellas de
mano en mano, repetía una broma que corría entre carcajadas y chillidos
sofocados, y
también había bruscos silencios y rostros iluminados un instante por un
yesquero, mientras
seguíamos avanzando dificultosamente y cuidábamos de no separarnos
como si cada uno
supiera que sólo la voluntad del grupo podía perdonar su presencia en
ese sitio. La
máquina estaba ahí sobre sus cinco bases de piedra, y todo el aparato de la
justicia aguardaba
inmóvil en el breve espacio entre ella y el cuadro de soldados con los
fusiles apoyados
en tierra y las bayonetas caladas. Josiane me hundía las uñas en el brazo y
temblaba de tal
manera que hablé de llevármela a un café, pero no había cafés a la vista y
ella se empecinaba
en quedarse. Colgada de mí y de Albert, saltaba de tanto en tanto para
ver mejor la
máquina, volvía a clavarme las uñas, y al final me obligó a agachar la cabeza
hasta que sus
labios encontraron mi boca, y me mordió histéricamente murmurando
palabras que pocas
veces le había oído y que colmaron mi orgullo como si por un momento
hubiera sido el
amo. Pero de todos nosotros el único aficionado apreciativo era Albert;
fumando un cigarro
mataba los minutos comparando ceremonias, imaginando el
comportamiento
final del condenado, las etapas que en ese mismo momento se cumplían en
el interior de la
prisión y que conocía en detalle por razones que se callaba. Al principio lo
escuché con avidez
para enterarme de cada nimia articulación de la liturgia, hasta que
lentamente, como
desde más allá de él y de Josiane y de la celebración del aniversario, me
fue invadiendo
algo que era como un abandono, el sentimiento indefinible de que eso no
hubiera debido
ocurrir en esa forma, que algo estaba amenazando en mí el mundo de las
galerías y los
pasajes, o todavía peor, que mi felicidad en ese mundo había sido un preludio
engañoso, una
trampa de flores como si una de las figuras de yeso me hubiera alcanzado
una guirnalda
mentida (y esa noche yo había pensado que las cosas se tejían como las flores
en una guirnalda),
para caer poco a poco en Laurent, para derivar de la embriaguez inocente
de la Galerie
Vivienne y de la bohardilla de Josiane, lentamente ir pasando al gran terror, a
la nieve, a la
guerra inevitable, a la apoteosis de los cincuenta años del patrón, a los
fiacres
ateridos del alba,
al brazo rígido de Josiane que se prometía no mirar y buscaba ya en mi
pecho dónde
esconder la cara en el momento final. Me pareció (y en ese instante las rejas
empezaban a
abrirse y se oía la voz de mando del oficial de la guardia) que de alguna
manera eso era un
término, no sabía bien de qué porque al fin y al cabo yo seguiría
viviendo,
trabajando en la Bolsa y viendo de cuando en cuando a Josiane, a Albert y a
Kikí
que ahora se había
puesto a golpearme histéricamente el hombro, y aunque no quería
desviar los ojos
de las rejas que terminaban de abrirse, tuve que prestarle atención por un
instante y
siguiendo su mirada entre sorprendida y burlona alcancé a distinguir casi al
lado
del patrón la
silueta un poco agobiada del sudamericano envuelto en la hopalanda negra, y
curiosamente pensé
que también eso entraba de alguna manera en la guirnalda, y que era un
poco como si una
mano acabara de trenzar en ella la flor que la cerraría antes del amanecer.
Y ya no pensé más
porque Josiane se apretó contra mí gimiendo, y en la sombra que los dos
reverberos de la
puerta agitaban sin ahuyentarla, la mancha blanca de una camisa surgió
como flotando
entre dos siluetas negras, apareciendo y desapareciendo cada vez que una
tercera sombra
voluminosa se inclinaba sobre ella con los gestos del que abraza o
amonesta o dice
algo. al oído o da a besar alguna cosa, hasta que se hizo a un lado y la
mancha blanca se
definió más de cerca, encuadrada por un grupo de gentes con sombreros
de copa y abrigos
negros, y hubo como una prestidigitación acelerada, un rapto de la
mancha blanca por
las dos figuras que hasta ese momento habían parecido formar parte de
la máquina, un
gesto de arrancar de los hombros un abrigo ya innecesario, un movimiento
presuroso hacia
adelante, un clamor ahogado que podía ser de cualquiera, de Josiane
convulsa contra
mi, de la mancha blanca que parecía deslizarse bajo el armazón donde algo
se desencadenaba
con un chasquido y una conmoción casi simultáneos. Creí que Josiane
iba a desmayarse,
todo el peso de su cuerpo resbalaba a lo largo del mío como debía estar
resbalando el otro
cuerpo hacia la nada, y me incliné para sostenerla mientras un enorme
nudo de gargantas
se desataba en un final de misa con el órgano resonando en lo alto (pero
era un caballo que
relinchaba al oler la sangre) y el reflujo nos empujó entre gritos y
órdenes militares.
Por encima del sombrero de Josiane que se había puesto a llorar
compasivamente
contra mi estómago, alcancé a reconocer al patrón emocionado, a Albert
en la gloria, y el
perfil del sudamericano perdido en la contemplación imperfecta de la
máquina que las
espaldas de los soldados y el afanarse de los artesanos de la justicia le iban
librando por
manchas aisladas, por relámpagos de sombra entre gabanes y brazos y un afán
general por
moverse y partir en busca de vino caliente y de sueño, como nosotros
amontonándonos más
tarde en un fiacre para volver al barrio, comentando lo que cada uno
había creído ver y
que no era lo mismo, no era nunca lo mismo y por eso valía más porque
entre la rué de la
Roquette y el barrio de la Bolsa había tiempo para reconstruir la
ceremonia,
discutirla, sorprenderse en contradicciones, jactarse de una vista más aguda o
de
unos nervios más
templados para admiración de última hora de nuestras tímidas
compañeras.
4-Reconocimiento
oracional: extraiga del texto una oración simple, una compuesta y una Compleja
Simple:
Josiane temblaba.
Compuesta:
El patrón tenía principios humanitarios y montó en el primer fiacre.
Compleja:
Me pareció que eso era un término, no sabía bien de qué.
5- Subraye y
extraiga de la cita tres recursos literarios.
Metáfora:
“una trampa de flores”.
Imágenes
sensoriales: “el frío del mundo”, “la nieve congelada”, “la mancha blanca de
una camisa”.
Anáfora:
Repetición de estructuras como “como si...”, “mientras...”.
6- Analice los
mecanismos de cohesión marcados en el texto.
7-Realice la
secuencia narrativa de los hechos de todo el relato.
1División
de la vida del protagonista entre Buenos Aires rutinario y París imaginado.
2Fascinación
por los pasajes parisinos
4Amistades
bohemias con Josiane, Albert y el patrón.
5Comidas
y charla en el café
6Subida
en fiacres
7Llegada
al lugar de la ejecución pública
8Aparición
de la guillotina.
9Angustia
compartida entre el miedo y el deseo.
10descripcion
del Ritual de muerte
12Regreso
al barrio de la Bolsa.
13Fragmentación
definitiva del "otro cielo" del protagonista.
8- Elabore la
situación comunicativa implícita en la cita. Tenga en cuenta las competencias.
9- Elabore el
cuadro actancial desde la perspectiva del protagonista según la cita.
10- Describa con
tres adjetivos cada uno de los lugares en los que habita el protagonista.
Buenos Aires:
Monótona
Sofocante
Rutinaria
Pasajes de París:
Misteriosos
Encantadores
Oníricos
La habitación de
Josiane :
Íntima
Bohemia
Cálida
Lugar de la
ejecución:
Frío
Macabro
Siniestro
11-Elabore uno de
los relatos metadiegético que pueda incorporar en este cuento. Tenga en
cuenta el
paratexto y el soporte.
12- Elabore una
lista de no menos de tres aspectos que debe considerar cualquier lector
cortazariano para
llevar a cabo la lectura de sus cuentos.
-
El primer aspecto que
puedo destacar es como Cortazar evade el uso de comas, es decir, de pausas para
que el lector cotidiano pueda tomar aire. Debido a esto el manejo del aire en
la lectura en voz alta debe ser muy precavida.
-
Cortázar juega
constantemente con lo real y lo fantástico, por lo que el lector debe estar
atento a los distintos niveles de interpretación. Nada es completamente
literal.
-
Sus cuentos rompen con la
cronología tradicional, presentan saltos temporales o narraciones fragmentadas,
lo que exige una lectura activa y reflexiva.
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